Vivimos frustrados por la falta de tiempo. Pero a veces llegamos a emplear el mismo problema, como una excusa que nos libre de nuestra obligación y necesidad de practicar la oración. No es asunto de ver si uno encuentra el tiempo para orar o no. La orden es categórica: “Orad sin cesar.” El que no la cumple se secará, se volverá profesional. Será débil, sin fe, sin valor, lleno de incertidumbre y temor. La paz y gozo se le esfumarán. No se puede dejar de respirar por mucho tiempo, aunque no tenga deseos de respirar o que le falte el tiempo para hacerlo. La oración es la respiración del alma que nos permite tomar aire puro y vivir sanos, disfrutando una vida espiritual plena. El ministro que no procura siempre ese “aire puro”, se morirá tan seguro como el que deje de respirar el oxígeno. Pregunte a los que han terminado en fracasos vergonzosos, si habían mantenido la costumbre de orar con toda el alma antes de caer. El agotamiento espiritual muchas veces no se nota al empezar a faltar ...
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